Antón Chéjov: El pabellón número 6, capítulo VIII

Hará cosa de dos años, la Diputación tuvo un rasgo de generosidad y acordó asign


Capítulo VIII

Hará cosa de dos años, la Diputación tuvo un rasgo de generosidad y acordó asignar 300 rublos mensuales como subsidio para reforzar el personal sanitario del hospital de la ciudad, hasta el momento en que se inaugurase el hospital comarcal; y para ayudar a Andrei Efímich requirió los servicios del médico Evgueni Fiodorich Jobotov. Se trata de un joven que aún no ha cumplido los treinta, moreno, alto, de anchos pómulos y pequeños ojillos. Sus padres, con toda seguridad, no eran rusos. Llegó a la ciudad sin un ochavo, con un maletín y con una mujer joven y fea, a la que da el nombre de cocinera y que tiene un niño de pecho. Evgueni Fiodorich usa gorra de visera y botas altas; y en invierno lleva pelliza. Se ha hecho íntimo del practicante Serguei Sergueich y del cajero. Sin que se conozca la razón, tilda de aristócratas a los demás funcionarios, cuya compañía rehúye. Tiene en su domicilio un solo libro: Novísimas recetas de la clínica de Viena para 1881, libro que lleva consigo siempre que va a visitar a un enfermo. Por las noches juega al billar en el club. No le gustan las cartas. Y es gran amigo de emplear en la conversación palabras y giros como galimatías, átame esa mosca por el rabo, no oscurezcas las cosas y otras por el estilo.

Va al hospital dos veces por semana, recorre los pabellones y recibe a los enfermos. La falta absoluta de antisépticos y la aplicación de ventosas le indignan; pero no se atreve a introducir nuevos procedimientos, para no ofender a Andrei Efímich. Considera a éste un viejo farsante, le cree poseedor de una gran riqueza y le envidia en secreto. De buena gana ocuparía su puesto.

Caítulo I

Capítulo II

Capítulo III

Capítulo IV

Capítulo V

Capítulo VI

Capítulo VII

Capítulo VIII

Capítulo IX

Capítulo X

Capítulo XI

Capítulo XII

Capítulo XIII

Capítulo XIV

Capítulo XV

Capítulo XVI

Capítulo XVII

Capítulo XVIII

Capítulo XIX