El cartero del otro mundo: Cuento de Pedro Urdemales

Pedro Urdemales amaneció sin cristo en los bolsillos, se le ocurrió la siguiente


EL CARTERO DEL OTRO MUNDO

Un día que Pedro Urdemales amaneció sin cristo en los bolsillos, se le ocurrió la siguiente estratagema para hacerse de dinero. Se montó en un burro con la cara para atrás y entró al pueblo gritando: "El cartero del otro mundo ¿quién manda cartas para el cielo? ¿quién manda cartas para el cielo?" Muchos salieron a la bulla, pero nadie le encargaba nada, hasta que una mujer lo llamó y le preguntó:

— ¿Usted viene del cielo?

— Si, señora, y luego me voy de regreso. Soy el cartero de San Pedro.

— ¡Quién lo hubiera sabido con tiempo para haberle escrito a mi marido, que se murió hace un mes!

— Ya no hay tiempo de escribir, señora., porque ando apurado, pero si usted quiere mandar a su marido plata, ropa y algunas cositas de comer, porque está muy pobre y muy flaco, puede enviárselas conmigo.

— ¡Ay, cuánto le agradezco su buena voluntad! En un momentito voy a arreglarle un paquete para que le lleve de todo.

Y efectivamente, poco rato después la mujer le entregaba un gran paquete con toda clase de ropas de hombre, una gallina fiambre y doscientos pesos en buenos billetes, y le encargaba que todo lo diera a su marido personalmente y que no olvidara decirle que siempre lo tenía muy presente en sus oraciones para que Dios le aumentara la gloria.

Pedro se despidió de ella y siempre montado en el burro con la cabeza para atrás, se alejó gritando: "Que se va el cartero, ¿nadie manda cartas para el cielo?" Y en cuanto salió del pueblo se montó como debía y apretó a correr a todo lo que daba el burro.

Cuando se vio lejos, libre ya de cuidados y temores, se bajó de la cabalgadura y se cambió la ropa vieja que llevaba puesta, por la que le había entregado la mujer, que estaba como nueva, y se comió muy tranquilamente la gallina.

Con los doscientos pesos tuvo Pedro para mantenerse y divertirse algunos días